Durante los días 24 y 28 de junio se celebró en Santiago de Compostela el XII Curso de verano para seminaristas mayores organizado por la Comisión Episcopal de Liturgia y de Seminarios y Universidades. El marco del curso en esta ocasión ha sido el «año litúrgico», recorriendo así los tiempos litúrgicos, la piedad popular en este contexto, la espiritualidad del año litúrgico, el uso de los libros litúrgicos y, como no podría ser de otra forma, «Canto y música en el año litúrgico».
Cuando hablamos de la música en el contexto del año litúrgico, es indispensable partir de un principio fundamental: que la música litúrgica (sea el tiempo litúrgico que sea) debe corresponder con la propia liturgia. Sin duda, esto se explica mucho mejor en la Sacrosanctum Concilium, la Constitución sobre liturgia del Concilio Vaticano II; ya que en el capítulo VI dedicado por entero a la música, se afirma claramente que la finalidad de la música litúrgica es «dar gloria a Dios y santificar a los hombres» (SC 112); y, curiosamente, cien números antes, ese mismo documento se afirma que la finalidad de la liturgia es «glorificar a Dios y santificar a los hombres» (SC 10). Esto quiere decir que la Iglesia nos enseña que la música litúrgica debe ser la misma liturgia y no otra cosa.
Por esta razón, la música litúrgica, al ser parte integral de la propia liturgia tiene su especia natural en la iglesia y, sobre todo, en el contexto de la celebración litúrgica; pero este contexto no se reduce a la Santa Misa, sino que en la liturgia de la Iglesia se incluyen los sacramentos (de entre los cuales destaca como fuente y culmen de la vida cristiana la Eucaristía), los sacramentales (bendiciones, consagraciones, exequias…) y la liturgia de las horas. Todo ello en un marco temporal único que es el año litúrgico.
Desde esta perspectiva, se observa que hay una diferencia entre «liturgia» y otro tipo de celebraciones como vigilias, actos de piedad, o celebraciones que no lo son. Por ello, debemos tomar conciencia de que en la liturgia celebramos la fe de la Iglesia, pero como nos pide la propia Iglesia, porque la liturgia es de ella, no nuestra, de nuestros gustos o de nuestras ideologías.
Por esta razón, y conscientes de los que significa la música litúrgica, podemos preguntarnos: «¿Cómo debe ser esta música?; y para ello tenemos que hablar del texto y de la música. El texto debe tomarse principalmente de la Palabra de Dios, aunque también podemos hacerlo de las fuentes litúrgicas; es decir, en los libros litúrgicos (Misal, Leccionario, rituales…) encontramos los textos necesarios para cada tiempo litúrgico, fiesta o solemnidad. Esto implica un esfuerzo por nuestra parte por conocer y profundizar cada vez más en la riqueza de la liturgia de la Iglesia. En cuanto a la música, esta deber ser original (no adaptada) y de calidad. Y cuando hablamos de calidad no nos referimos a «complejidad», sino a música bien compuesta, buscando siempre lo mejor. Dentro de esta calidad habrá obras más sencillas y otras mucho más complejas. Con respecto a la música también podemos preguntarnos si todo el repertorio que utilizamos es original, es decir, se ha compuesto para la propia liturgia o, por el contrario, encontramos música adaptada (Disney, Leonard Cohen, etc.) o aún siendo original, es de calidad. Sobre esta cuestión es muy significativo el «Estudio sobre el uso y práctica del canto y la música en las celebraciones litúrgicas en España» y que se acaba de publicar en el número 363 de la Revista Pastoral Litúrgica.
Cantar la fe en el contexto litúrgico va más allá de un sentimiento o un gusto personal. Supone una gran humildad, un deseo sincero y dócil de hacer lo que nos pide la Iglesia y no lo que nosotros —como sucede en algunas ocasiones— queremos imponer. Por ello, hablar de música litúrgica no es discutir de si es mejor cantar en latín o en nuestra propia lengua, si es mejor el canto gregoriano o en algo más popular, si la polifonía es preferible al canto unísono de la asamblea, o si el órgano es mejor que la guitarra… Todas estas cuestiones dejan de ser un problema cuando desde la fe nos centramos en el verdadero sentido de nuestro ministerio: dar gloria Dios y santificar a los hombres.
padre Óscar VALADO DOMÍNGUEZ
Consultor Responsable de Música del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia